En el tiempo que llevo haciendo esto, he recorrido muchos caminos, estuve en distintos escenarios, guerras, fiestas. He estado en hospitales, casas, en las calles, pero nunca me había ocurrido algo interesante o memorable que contar, o siquiera, recordar. Excepto aquella vez.
Me gusta ingresar por las puertas, como un ser no invitado el cuál se invita a la fuerza, pero ella me recibió en la entrada antes de que yo la atravesara.
Me invitó a pasar a su cocina, en el cual ella se sirvió un vaso se agua y me ofreció, diciendo muchas cosas sin sentido. "Por fin llegas", "te esperé muchísimo tiempo", "¿cómo están todos?"
Sin más, me fui por donde mismo ingresé y escuché sobre mis espaldas
-¿Ya te vas? Bueno, espero volver a verte muy pronto.
Nunca he tenido emociones o sentimientos, pero algo dentro de mi, me hizo sentir diferente.
Pasaron unos días y revisé la lista. Su nombre aún estaba allí. Era hora.
Nuevamente ella se anticipó a mis movimientos, me recibió en la puerta y me invitó a entrar.
Pero esta vez, su casa estaba decorada. Habían globos, serpentinas, en la mesa había un pastel, una bebida, dos platos, dos servicios y dos vasos. Y sobre el pastel, unas velas que anunciaban sus 87 años.
Decidí darle unos minutos extras, en los cuales ella cantó "cumpleaños" para si misma, se sirvió comida y la degustó.
Al terminar, se puso de pie, camino sobre mí y me observó fijamente. Sus ojos negros y su oscura piel pálida cual higo seco me penetraban generando en mi, nuevamente esa sensación.
-¿es hora?
Me preguntó tomando mi mano desnuda, fría y descompuesta, mientras su mirada se ahogaba en pequeños hilos de lágrimas.
Caminamos hasta fuera de su vivienda y nos dirigíamos hasta un túnel.
Sin articular ni una sola palabra, ella soltó mi mano y me sonrió.
Se adentró solitaria a un lugar el cuál jamás seré recibido.
Se marchó sin mirar atrás, mientras el viento soplaba y levantaba las muertas hojas del otoño danzando entre ella y yo.
Me gusta ingresar por las puertas, como un ser no invitado el cuál se invita a la fuerza, pero ella me recibió en la entrada antes de que yo la atravesara.
Me invitó a pasar a su cocina, en el cual ella se sirvió un vaso se agua y me ofreció, diciendo muchas cosas sin sentido. "Por fin llegas", "te esperé muchísimo tiempo", "¿cómo están todos?"
Sin más, me fui por donde mismo ingresé y escuché sobre mis espaldas
-¿Ya te vas? Bueno, espero volver a verte muy pronto.
Nunca he tenido emociones o sentimientos, pero algo dentro de mi, me hizo sentir diferente.
Pasaron unos días y revisé la lista. Su nombre aún estaba allí. Era hora.
Nuevamente ella se anticipó a mis movimientos, me recibió en la puerta y me invitó a entrar.
Pero esta vez, su casa estaba decorada. Habían globos, serpentinas, en la mesa había un pastel, una bebida, dos platos, dos servicios y dos vasos. Y sobre el pastel, unas velas que anunciaban sus 87 años.
Decidí darle unos minutos extras, en los cuales ella cantó "cumpleaños" para si misma, se sirvió comida y la degustó.
Al terminar, se puso de pie, camino sobre mí y me observó fijamente. Sus ojos negros y su oscura piel pálida cual higo seco me penetraban generando en mi, nuevamente esa sensación.
-¿es hora?
Me preguntó tomando mi mano desnuda, fría y descompuesta, mientras su mirada se ahogaba en pequeños hilos de lágrimas.
Caminamos hasta fuera de su vivienda y nos dirigíamos hasta un túnel.
Sin articular ni una sola palabra, ella soltó mi mano y me sonrió.
Se adentró solitaria a un lugar el cuál jamás seré recibido.
Se marchó sin mirar atrás, mientras el viento soplaba y levantaba las muertas hojas del otoño danzando entre ella y yo.
Hoy, mucho tiempo después, no he vuelto a sentirme así.
Pero lo reconozco, lo extraño.
Pero lo reconozco, lo extraño.
Estoy fuera de un asilo, esperando a ser recibido, pero la invitación tarda en llegar.
¿Estará alguien esperándome del otro lado, feliz de verme?
¿Estará alguien esperándome del otro lado, feliz de verme?
By: Clo Todomore
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