lunes, 20 de abril de 2020

Te sueño

Cada noche recuerdo tu mirar,
Recuerdo tu perfume y el sonido de tu voz.
Recuerdo también, tu cantar,
Y nuestra estadía tan precoz.
Cada noche pienso en tí,
Entras en mis sueños y no te vas.
Observó tus ojos cual rubí,
Que me llevan a Las Parvas.
La penumbra de tu sombra me arrulla,
La compañía de tu soledad me abraza.
Temo que vueles como una grulla,
Pero siento que me alzas.
Me alzas a los cielos,
Y al infierno cuando te vas de mis sueños.
Pero te extraño y siento el hielo,
Que tu ausencia provoca en mi suelo.
No quiero vivir así,
Pensando en lo que tuvimos
Y en lo que fuí.
Ya es hora que nos encontremos.
Estoy frente a tí y me ignoras,
Solo era yo quien te amaba.
Años torturandome entre las almohadas
Para acabar en la nada.
Decido dejar de quererte,
De pensarte, de desearte.
De vivir esperando
A que un día, llegues hasta mi prado.
Lástima que desperté de mi sueño,
No estás y nunca nos vimos.
El realismo de tenerte frente, fue de ensueño,
Y me duele saber que nunca para ambos estuvimos.
Es hora de aceptar esto,
Jamás sabré si me amaste
Pero si lees en alguna parte estos cuartetos,
Quiero que sepas, que en mis sueños, me salvaste.
By: Clo Todomore.

sábado, 18 de abril de 2020

Un Silencio Ensordecedor


Veo por el rabillo del ojo que la micro se acerca muy lentamente. Una señora que hablaba por su celular no dejaba de dar vueltas por el paradero, como si estuviera muy impaciente, me marea observarla, pero no puedo quitarle la vista de encima.
Luego de 5 minutos de espera, logro subirme a la micro y para mi sorpresa, estaba vacía, salvo por 3 personas sentadas aleatoriamente a lo largo del bus. Me dirijo al último asiento y me dejo caer como un bulto.
Me quedo mirando fijamente el timbre y siento que el tiempo se vuelve humo, se detiene. Cierro mis ojos y comienzo a sentir una sensación desesperante que me abrasa y me dan ganas de gritar…
-Gabriel, ¿me escuchas?
Abro mis ojos, puedo ver a la doctora frente a mí, junto con su equipo médico que miraban expectante, como si fuese un experimento de un científico loco. Estaba incomodo, se suponía que había esperado este momento hace 15 años, debía vivirlo junto a mi familia, novia, amigos… pero en cambio, estaba rodeado de gente que no conocía, colapsando la blanca y angosta habitación grabándome con sus teléfonos celulares, tecnólogos, otorrinos, enfermeros, doctores y ciento de ojos más que me desnudaban con la mirada, convirtiendo el momento más intimido que tenía -desde mi primera vez con una chica- en un show bastante morboso.
Un resalto me hizo despertar de mis recuerdos, la angustia había desaparecido, pero una sensación de ahogo la reemplazó. Mis manos temblaban y no podía quitar de encima mi mirada de la caja que los médicos me habían entregado. Acto seguido, me descubrí tocándome la cabeza desenado encender a mi nuevo yo, ¿y cómo no? Si cuando lo hicieron en la habitación saturada fue como si iluminaran un cuarto que había estado apagado por 35 años.
Siempre había leído que el transporte público era bastante bullicioso, pero nunca como el silencio permanente de 3 décadas y media. Creo que habrán pasado 7 minutos antes de encenderlo.
Gran equivocación.
Una vez encendido, solo atiné a taparme los oídos y a cerrar mis ojos mientras lo volvía a apagar. Fue abrumador, desesperante, como si alguien aprisionara mi pecho y me quitara el aliento por completo. No pude identificar ningún ruido, ni del bus, ni de los autos que pasaban, ni siquiera, mi respiración.
¿Qué hice? Había cometido un error enorme. ¿Por qué me operé? Sé lengua de señas, puedo leer los labios y siento la música cuando suena, entonces, ¿por qué lo hice? ¿¡Por qué rayos lo hice!?
Me aferré fuerte en el asiento de adelante y solo jadeaba. Intenté recordar algo que me tranquilizara pero no lo logré. Solo quería llorar y no podía dejar de repetirme “¿por qué?”. El mundo continuaba su curso sin preocuparse del sonido a su alrededor, ignorando, convirtiendo el ruido en uno con la sociedad.
De pronto lo recordé. Todos esos inviernos observando la lluvia sin saber cómo suena, la voz de mi madre, de mi padre, de mis amigos, el canto de un ave, el maullido de un gato… Todo tenía su ritmo, su melodía, su música y yo, siempre quise ser parte de ello. Sé que soy un no oyente, pero siempre me dije que eso no me definía, y lo decidí, quería ser parte de ambos mundos. Un sordo que oye.
Conté hasta 10. Recordé los años que estuve juntando el dinero para poder operarme, para comprar el implante. Los médicos que visité en secreto, la rehabilitación preoperatoria que tuve, la excusa que le di a mi familia para desaparecer por 1 mes y medio diciendo que iba de vacaciones con mis amigos y a ellos, que me iba de vacaciones con mi familia…
La hora había llegado. Respiré hondo y volví a encenderlo. Todo el golpe abrumador volvió, pero me obligué a resistirlo. No podía distinguir nada. No conocía lo que oía. No entendía nada.
Un sudor frío recorría mi espalda mientras intentaba sin éxito reconocer algo de lo que oía a mí alrededor.
Pasaron 10 minutos y sentí que no podía más, me había dado por vencido cuando escuché un sonido que predominaba en el ambiente. Un auto a la derecha del bus… ¿Era acaso su bocina?
No aguanté más y me eché a llorar. Lo había logrado. Había podido asociar un sonido a un objeto. ¡Lo había logrado!
Comencé a sentir una sensación de hormigueo en mi estómago, una emoción tan grande que no podía dejar de sonreír.
Estaba llegando al metro y decidí bajarme. Debo confesar que apreté por lo menos 5 veces el timbre solo para escuchar tal singular sonidito agudo casi imperceptible para mí.
No podía creer la cantidad de sonidos que había en el mundo, en la ciudad, ¡en una sola calle!
Me encaminé hasta las escaleras del metro y pude ver que en la bajada había una mujer tocando un violín con una melodía tan espectacular. ¿Cómo es posible que haya una melodía tan impresionante y nadie se detenga a apreciarla? La verdad, es que perdí la noción del tiempo al escuchar tan glorioso instrumento.
Bajé hasta el andén y quedé boquiabierto. Este ruido era más molesto que la micro, pero me reconfortaba poder distinguir de dónde provenía. El sonido del metal frenando en las vías hizo que me tapara los oídos, pero nadie más parecía verse afectado, excepto yo.
Al subirme pude encontrar un asiento disponible y me preparé para lo que venía. Escuché la voz que nos brindaba maneras de hacer el viaje más seguro, el sonido que avisaba del cierre de puertas, a los ambulantes vendiendo sus productos, las conversaciones de las personas que me rodeaban… Si bien no entendía con exactitud cada sonido, podía reconocer de donde era y a quién le pertenecía.
Seguí en el metro hasta que llegué al terminal y quería continuar tranquilamente, por lo que decidí viajar en auto.
Salí del terminal y caminé por las calles en busca de algún vehículo y no tardé más de 3 minutos en encontrar un taxi desocupado.
-Hola joven, ¿a dónde lo llevo?
¿A dónde me dirigía? Había viajado por lo menos unas 3 horas sin destino, caminando sin rumbo fijo, mis pies solo se movían por cuenta propia y sin darme cuenta, di la dirección exacta de donde quería estar.
No fue difícil poder comunicarme con el conductor, le escribí mi dirección junto con mi problema de audición y no hubo problema. El camino fue tranquilo y silencioso, no tardé en llegar y en silencio, agradecí tener un viaje tranquilo. Simplemente no quería hablar, tenía miedo de escucharme, no sabía cómo era mi voz, ¿y si no tenía? ¿Y si era mudo?
Antes de entrar, me detuve a respirar y volví a contar hasta 10. El sonido metálico de las llaves contra las rejas del portón hizo palpitar salvajemente mi corazón, sentía que me daría un infarto.
Entré a mi hogar y estaba mi familia almorzando. Se alegraron de verme y me fueron a abrazar sorprendidos por mi abrupta llegada, pero antes de que lograran su cometido, se congelaron y hubo un silencio ensordecedor. Por un segundo pensé que el implante se había apagado y me lo toqué para comprobarlo. Estaba encendido. Por fin podría escuchar a mi madre por primera vez.
-Gabriel, hijo mío… ¿qué hiciste?
Su voz no era tan dulce como había imaginado, pero era lo suficiente como para hacerme llorar y sentirme abrazado por su voz.
Llegó el momento, hablaría por primera vez, respiraba agitadamente y sentía los ojos de mi familia sobre mí, incrédulos.
-Mamá, puedo escuchar…

By: Clo Todomore.

Sentimiento

En el tiempo que llevo haciendo esto, he recorrido muchos caminos, estuve en distintos escenarios, guerras, fiestas. He estado en hospitales, casas, en las calles, pero nunca me había ocurrido algo interesante o memorable que contar, o siquiera, recordar. Excepto aquella vez.
Me gusta ingresar por las puertas, como un ser no invitado el cuál se invita a la fuerza, pero ella me recibió en la entrada antes de que yo la atravesara.
Me invitó a pasar a su cocina, en el cual ella se sirvió un vaso se agua y me ofreció, diciendo muchas cosas sin sentido. "Por fin llegas", "te esperé muchísimo tiempo", "¿cómo están todos?"
Sin más, me fui por donde mismo ingresé y escuché sobre mis espaldas
-¿Ya te vas? Bueno, espero volver a verte muy pronto.
Nunca he tenido emociones o sentimientos, pero algo dentro de mi, me hizo sentir diferente.
Pasaron unos días y revisé la lista. Su nombre aún estaba allí. Era hora.
Nuevamente ella se anticipó a mis movimientos, me recibió en la puerta y me invitó a entrar.
Pero esta vez, su casa estaba decorada. Habían globos, serpentinas, en la mesa había un pastel, una bebida, dos platos, dos servicios y dos vasos. Y sobre el pastel, unas velas que anunciaban sus 87 años.
Decidí darle unos minutos extras, en los cuales ella cantó "cumpleaños" para si misma, se sirvió comida y la degustó.
Al terminar, se puso de pie, camino sobre mí y me observó fijamente. Sus ojos negros y su oscura piel pálida cual higo seco me penetraban generando en mi, nuevamente esa sensación.
-¿es hora?
Me preguntó tomando mi mano desnuda, fría y descompuesta, mientras su mirada se ahogaba en pequeños hilos de lágrimas.
Caminamos hasta fuera de su vivienda y nos dirigíamos hasta un túnel.
Sin articular ni una sola palabra, ella soltó mi mano y me sonrió.
Se adentró solitaria a un lugar el cuál jamás seré recibido.
Se marchó sin mirar atrás, mientras el viento soplaba y levantaba las muertas hojas del otoño danzando entre ella y yo.
Hoy, mucho tiempo después, no he vuelto a sentirme así.
Pero lo reconozco, lo extraño.
Estoy fuera de un asilo, esperando a ser recibido, pero la invitación tarda en llegar.
¿Estará alguien esperándome del otro lado, feliz de verme?
By: Clo Todomore

Microcuento para dormir

Estaba con insomnio, no lograba dormir hasta que vio de reojo una sombra a los pies de la cama.
Se cubrió completamente con la sábana y sin darse cuenta, estaba dormido y con un gato durmiendo a sus pies.
By: Clo Todomore

Andén

Estoy en el andén, esperando el tren que me llevará hasta mi hogar.
Viene con algo de retraso, así que aprovecho de sumergirme en mi mente mientras observo los rieles que están por debajo de la línea amarilla.
Comienzo a sentirme triste, tal vez, hasta miserable. Inevitablemente comienzo a desear saltar, como si alguien me dijera "¡salta!" y me empujara a hacerlo.
¿Cómo sería la vida si lo hiciera?
De pronto escucho de lejos que el tren se acerca, e inconscientemente comienzo a caminar lentamente hacia la orilla del andén.
Empiezo a sentir una adrenalina que me carcome el interior. Respiro profundo y como si algo se apoderara de mi ser, me preparo a saltar.
Tomo impulso, el tren se acerca, mi respiración se agita, cierro los ojos y una pared imposibilita mis movimientos.
El tren pasa delante de mi, con su velocidad y fuerza, pierdo el equilibro y abro los ojos. No había nada, solo el vagón abierto delante de mi con la voz del locutor: "deje bajar antes de subir".
Tal vez, todavía no era mi hora.
By: Clo Todomore

Sonido

Cuando le saco el implante y el audífono a mi hijo cuando va a dormir me llora diciendo "mamá, no escucho"
Es fuerte que mi bebé me diga eso mientras llora aflijido tocandose sus orejitas. Al principio no entendía,¿qué va a escuchar en la noche, cuando todos duermen? Y es que nosotros los oyentes estamos tan acostumbrados a los sonidos que no nos damos cuenta que todo tiene su ritmo y su melodía. La lluvia, los aviones, los gatos, los autos, las micros, la respiración, todo emite un sonido, y mi hijo, que recién está entrando en este mundo, no quiere perderse nada. Todo sonido lo quiere escuchar, quiere soñar escuchando.
By: Clo Todomore